La muerte, el hambre, la guerra y la peste

Según el cristianismo, estos son los cuatro jinetes del apocalipsis y regirán el fin de los tiempos. Igual que estos cuatro jinetes montados en sus corceles, los cuatro agentes geológicos, meteorización, erosión, transporte y sedimentación, son responsables del modelado del paisaje y el relieve de los diferentes hábitats.

Comencemos con el primer jinete…

La meteorización es el conjunto de los factores físico-químicos que modelan el relieve. Imagínate una grieta en una pared rocosa, que se rellena de agua. Como ya sabrás el agua al congelarse, aumenta de tamaño (a quien no le ha reventado una botella en el congelador…). Los constantes congelamientos y aumentos de volumen en una estructura rígida, como una grieta rocosa, acaban por hacerla más grande o incluso fracturarla. Antes hemos hablado de los suelos calcáreos, al reaccionar el agua de lluvia con el CO₂ atmosférico se forma ácido carbónico, este en contacto con la roca, la disuelve. Estos progresivos impactos del agua de lluvia durante muchos años, son los responsables de la formación de las cuevas y simas.

Cova petita Simanya. Sant Llorenç del Munt i serra de l'Obac.
“Cova petita Simanya”. Sant Llorenç del Munt i serra de l’Obac. Autor: Rafa López Martín

El segundo, el tercero y el cuarto…

El segundo, la erosión, es la presión causada por el aire o la precipitación sólida o líquida sobre el material geológico, estas constantes fricciones acaban por desgastar las rocas. Aquí nos encontramos al tercero, el transporte. Estas rocas son transportadas en función de su peso y depositadas en el terreno, la deposición o sedimentación, sería el cuarto y último agente geológico.

El “bassal dels Corbs” es una pequeña hendidura en la roca, formada por la erosión del agua durante mucho tiempo. Cuando llueve se acumula agua y es un punto importante para la fauna de Montserrat. Autor:Rafa López Martín

¿Dónde podemos ver sus efectos?

Estos fenómenos se dan constantemente a lo largo de periodos geológicos muy largos y los podemos observar en los ríos o en los glaciares. Donde podemos ver todo el resultado de la acción de los ríos es en los deltas. Estas acumulaciones de sedimentos son fruto de siglos de trabajo de la fuerza del agua. Antes que nada, tenemos que saber que el requisito imprescindible para la formación de un delta, es que el mar a donde se forma no tenga mareas. Las subidas y bajadas del nivel marino, hacen totalmente inoperante la fuerza fluvial. Por ese motivo no tenemos deltas en los grandes océanos. Un delta es un sistema vivo, que va evolucionando y cambiando su aspecto y condiciones a lo largo del tiempo.

Un caso concreto…

Vamos a centrarnos en un caso concreto, el delta del Ebro. Esta extensión de 300 km² está surcada por canales, arrozales, lagunas, poblaciones… Se empezó a formar hace unos 6000 años, cuando el nivel del mar Mediterráneo se estabilizó después de la última glaciación. A lo largo de los 930 km de extensión que tiene el Ebro, se empiezan a asentar poblaciones humanas que van erosionando la cuenca fluvial y son responsables de la aportación sedimentaria. Durante el imperio romano, se deforesta mucha masa forestal, para dar paso a terreno agrícola. Esta labor continua durante toda la edad media. En el siglo XVI, Felipe II aborda tareas importantes como la construcción de la famosa armada invencible. Esto supuso una gran extracción maderera y un gran aporte sedimentario hacia el río, provocando un gran crecimiento deltaico. Esta desforestación continua durante el renacimiento y es responsable de un gran aporte sedimentario. A mitad del siglo XX esto cambia radicalmente. En el curso fluvial del Ebro, se empiezan a construir pantanos como reservorios de agua y para la producción eléctrica. Esto conlleva que los sedimentos queden retenidos en la cubeta de estas infraestructuras.

Desde la “Roca Foradada” de la vecina sierra del Montsià, podemos admirar un trozo del hemidelta sur.

Se ha hecho un cálculo y antes de la retención de los embalses, llegaban unos 20 millones de toneladas de sedimento al año al delta, actualmente llegan 90.000 toneladas por año. Si a esto le sumamos la subida del nivel del mar, estimada según el cambio climático y las tormentas estacionales, el futuro del delta del Ebro está en peligro. 

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