Las raíces y la formación del suelo

Las plantas hieren el suelo con sus raíces, no lo hacen por gusto, sino por supervivencia. Pero, para el buen crecimiento de los vegetales, este suelo debe ser maduro y bien estructurado. La base de este suelo, es la roca madre, y se forma por fenómenos volcánicos, movimientos tectónicos terrestres, sedimentación… Igual que para elaborar un buen guiso, hacen falta unos buenos ingredientes; para la formación del suelo, la roca madre es el ingrediente principal. ¿Quieres acompañarme en la preparación de este plato “sobre el terreno”?

La “fabricación” de la roca madre

La formación de la roca, tiene que ver con su origen, las primeras en constituirse son las rocas ígneas o magmáticas formadas en el corazón del volcán. Si se cocinan a fuego lento como los buenos platos y se enfrían lentamente en el interior, forman las rocas plutónicas. Aquí tenemos la belleza del granito con su cuarzo, su feldespato y su mica. Pero si se enfrían rápidamente en el exterior, tendremos las poco agraciadas rocas volcánicas, como el basalto. Aunque de escasa belleza, forma el 70% de toda la roca madre, lo encontramos en los fondos marinos y en gran parte de los continentes. Si queremos aumentar la calidad de nuestro plato, lo tenemos que dejar reposar más. Esto es lo que les pasa a las rocas magmáticas cuando se someten a más presión y temperaturas elevadas, se transforman en rocas metamórficas. En este grupo nos encontramos los mármoles utilizados para esculturas, las pizarras o los esquistos. Tanto las rocas magmáticas, como las metamórficas, pueden ser erosionadas o trasformadas por procesos físico-químicos o meteorización, causados por el viento, el hielo o el agua. Los pequeños fragmentos depositados por la sedimentación y madurados por el paso del tiempo dan origen a las rocas sedimentarias. Los conglomerados arcillosos de color naranja, admirados por su belleza, o las rocas fósiles, como el carbón o el petróleo formados por restos de organismos prehistóricos, serían ejemplos. 

El camino medieval que sube al castillo de Eramprunyà (Garraf), fue construido con arenisca o gres rojo. Esta roca sedimentaria de color rojizo es rica en hierro, de ahí el color. La belleza de este material es innegable. Foto: Rafa López Martín

El tiempo es oro…

La roca madre es la base de un buen suelo, pero no es suficiente. Si tenemos unos buenos ingredientes para cocinar, el resultado puede ser bueno, pero hace falta un brazo ejecutor experto. ¿Quién será el responsable de un buen suelo? Hay distintos factores, el primero, como en la cocina, es el tiempo. Se necesita un periodo de tiempo largo para que este suelo se forme e interactúen todos los otros factores. Para hacernos una idea, para formar un solo centímetro de suelo hacen falta cientos y según como, miles de años. El tiempo hace que los organismos del suelo descompongan la vegetación y la transformen en humus. Pero aparte del tiempo cronológico, interviene el tiempo meteorológico.

El clima, con su temperatura, condiciona al tipo de organismos, su crecimiento, la velocidad de transformación de los procesos físico-químicos del suelo… La precipitación con su frecuencia, intensidad o con el viento asociado tendrá un papel importante en la erosión de la roca madre. Por poner dos ejemplos extremos, el permafrost ártico completamente congelado o el suelo de la selva tropical con una renovación de nutrientes salvaje, están claramente marcados por los factores climáticos.

¿Solo los dos tipos de tiempo influyen?

No, tenemos otros factores, como el relieve del terreno, vendría a ser un poco como el recipiente donde cocinar nuestro guiso. En una pared vertical, la pendiente hará que no se retengan las partículas del suelo. Por el contrario, en un terreno con recovecos o concavidades se depositarán más partículas. E igual que las fachadas de las casas se suelen orientar al sur que es más cálido, en el terreno ocurre lo mismo. Los suelos más fértiles estarán orientados a este punto cardinal, ya que la vertiente norte es más húmeda y fría.

Aquí podemos observar la roca madre calcárea, típica del llamado Garraf blanco y encima una capa u horizonte ya formado. Foto: Rafa López Martín

Retomamos el principio de la historia, la penetración de las raíces para buscar nutrientes, hieren y rompen el material, contribuyendo a acelerar la meteorización del suelo. Otros organismos, como las bacterias y los líquenes, segregan ácidos que descomponen la roca madre. Las lombrices oxigenan los suelos en su deambular subterráneo, los microclimas formados por la vegetación protegen el suelo del viento y la lluvia…

En fin, tanto para elaborar un buen guiso, como para tener un buen suelo, necesitamos muchos ingredientes y bien mezclados para obtener un producto de calidad.

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